Black Mirror o el futuro inmediato
A principios de noviembre, en pleno impacto mundial después de la elección de Donald Trump, la serie de culto Black Mirror aprovechó la oportunidad para dar totalmente en el clavo. «No es un episodio, no es márketing, es la realidad», afirma la cuenta de Twitter de la serie. Estrenada en 2011 en el Reino Unido, Black mirror funciona a la manera de una antología: tanto el guión, como el elenco, el director o el universo fílmico cambia drásticamente en cada capítulo. Su punto de encuentro es una ación que tiene lugar en un futuro cercano donde la tecnología se convierte en una pesadilla, no porque es incontrolable, sino porque revela la peor versión del ser humano. Black mirror es una especie de Twilight Zone posmoderna donde el progreso acabará por perdernos.
Aún más alarmante es el acierto de esta serie con la vida real, que se ha destacado como oráculo, vaticinando acontecimientos como la victoria de Donald Trump. En el episodio El show de Waldo, emitido en 2013, un oso de dibujos animados comenzó una campaña política con un discurso totalmente desvergonzado y termina por ganar las elecciones a pesar de su pedantería y sus insultos.
El himno nacional, el primer episodio, que data de 2011, supuso ya un duro golpe para la conciencia del espectador. El secuestro de una princesa adorada en el Reino Unido requiere sólo una condición para la liberación: que el Primer Ministro tenga relaciones sexuales con un cerdo en una transmisión en directo por la televisión. Si, en su estreno, el capítulo provocaba un gran malestar, se multiplicó por diez en septiembre de 2015, en el momento del escándalo del llamado Pig gate, una biografía que revela que cuando David Cameron estudiaba en la prestigiosa Universidad de Oxford, «puso sus partes íntimas en la boca de un cerdo muerto» a la manera de un supuesto ritual de iniciación. La prensa no deja de plantear la similitud.
La tercera temporada de Black Mirror ya está disponible en la plataforma de contenidos en línea Netflix.